Hace diez días apareció en Público una noticia sobre la educación en casa, que señalaba mejores resultados en PISA para los niños así educados. No pude evitar escribir lo que sigue:
Ya se habla desde hace mucho tiempo de las Teorías de la Desescolarización y todas estas ideas que, a priori, parecen fascinantes.
Este docente y padre señala la importancia del diálogo para aprender lo que el niño quiere -y a la vez necesita- saber. Salir a la calle, jugar... y darse cuenta de la necesidad del aprendizaje. Y que el adulto te ayude a ser verdaderamente competente. Cuán interesante, digo. Y sigo: ¿No se puede hacer esto en la Escuela?
Vale que las necesidades son individuales y concretas, vale también que existe libertad de enseñanza (y cuántos problemas nos da), e incluso vale que un padre se cuestione la Educación que recibe su hijo y la que a él le gustaría darle.
Pero no me digan que esto no es elitista porque tengo la constancia de que hay padres que no están preparados para sustituir a la Escuela. Esto es sencillo: si renuncias a la Escuela, o tienes dinero, o tienes formación; y, para optimizar, mejor las dos cosas.
Mis padres me han enseñado mucho. Soy lo que soy gracias a mis padres, pero también gracias a la Escuela. Con mis padres he dialogado y he debatido ; y, curiosamente, mi padre me enseñó a leer cuando todavía no había empezado a hacerlo en la Escuela. Era mi necesidad, y aquel, que era mi padre, tuvo bien claro lo que tenía que hacer: dar respuesta a lo que yo le pedía.
Pero no convirtamos esto en la panacea porque podemos llevar la teoría de Bourdieu, con aquello de la reproducción de las clases sociales, a su máximo apogeo. Y, al mejor postor, mejor resultado. Y a mejor familia, pues fácil deducción.
Aunque, visto lo visto, y tal como anda el panorama social, seguramente este docente -me pregunto por qué lo es- no anda desencaminado: padres parados y formados, en casa con sus hijos, y una desatención a la diversidad que va en aumento. Menos maestros en las Escuelas, mayor preponderancia de centros privados -de principios ideológicos bien definidos, en la mayoría de los casos- e individuos cada vez más individualistas y con menos consciencia social.
En fin, que Dios reparta suerte. Y que alguno no se tome muy en serio todas las ideas que se obstinan en dar.
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